Esta es la historia de una babosa, una que cambio la historia de su familia, tras afrontar el miedo de morir y orientar a su familia en esta aventura de vivir.
Las babosas antes se escondían, siempre lo hacían, pues se sentían amenazadas por otros animales que las pisaban, se las comían, jugaban con ellas, o inclusive las derretían.
Esta familia, estaba compuesta de numerosas babosas. Ellas solo salían al mundo exterior cuando se sentían muy seguras, es decir, salían después de la media noche y antes de la madrugada. Aprovechaban estas pocas horas para moverse, respirar aire fresco, sentir la tierra debajo de su piel y buscar algo de comer. Luego, y con mucho miedo a ser encontradas, nuevamente se escondían en el hueco más oscuro y profundo encontrado. Ingresaban a su escondite a través de pequeñas grietas que se abrían en la tierra. Se refugiaban muy apretadas y quietas, asustadas.
Esas pocas horas libres las hacía sentir alegres, despiertas, vivas.
Así sucedió tras muchas generaciones. Muchas generaciones que permanecieron escondidas enseñando a sus hijos, como un gran tesoro para la supervivencia, la importancia de tener miedo a la muerte y esconderse para no morir.
Un día nació una babosa muy diferente a todas y especial por su rebeldía. La llamaban Baba-Di. Ella, no estaba de acuerdo con esta manera de pensar y de llevar la vida. En realidad, no estaba de acuerdo con su vida. Decía constantemente:
- No estoy viva, estoy muy muerta. Prefiero vivir solo un día a vivir toda una vida escondida.
Baba-Ra, la hermana mayor que era muy racional le explicaba:
- De esta manera nos hemos mantenido vivas durante generaciones, somos babosas y así debemos vivir, es nuestro destino, acostúmbrate.
Baba-No, su hermana gemela, se molestaba mucho pues era muy estricta en cuanto al cumplimiento de reglas. Constantemente la regañaba y le reclamaba pues Baba-Di no era tan cumplidora de la norma. Baba-No le decía:
- No te muevas
- No debes salir antes de las doce
- No debes hablar, debemos permanecer en silencio.
- No debes pensar.
Un día Baba-Di se arriesgó, pues eran más fuertes y poderosas sus ganas de vivir que su miedo a la muerte. Sacó despacito las antenas de la grieta, miró muy alerta a su alrededor.
Un rato después se arriesgó y sacó su cabeza y luego todo su cuerpo.
Salió y se deslizó lo más rápido que pudo hasta llegar a una roca. Estaba asustada pero segura de que no volvería a esconderse en la tierra. Escondida tras la roca asomó sus dos antenas y miró, admiró el mundo brillante, disfrutó la luz del sol y el fresco de las hojas debajo de su cuerpo baboso. Baba-Di tenía mucho miedo y aún así estaba decidida a seguir.
Se movió luego, nuevamente muy rápido y se acomodó dentro de la grieta que se abría en una de las muchas maderas cortadas de un árbol, ahí estuvo durante un tiempo, mirando y disfrutando de la sensación y olor de la madera fresca.
Se desplazó lo más rápido que pudo y se metió dentro de una lata de gaseosa que estaba abandonada sobre el barro … esta fantástica aventura hacía que su corazón latiera con fuerza. Esto le gustaba, ¡estaba asustada pero viva!
Un tiempo después se ubicó debajo de las hojas de una gran planta de helecho, -Que agradable humedad la de las raíces. Estando ahí se sorprendió al ver pasar una familia de caracoles. Aunque había escuchado de estas misteriosas “babosas libres y mutantes”, así las llamaban en su familia, nunca había visto una, menos se imaginó ver un grupo de ellas.
Todos los caracoles se deslizaban tranquilos dentro de sus caparazones brillantes de rayas doradas. No se veían asustados, por el contrario, tranquilos y felices.
Baba-di entendió lo que quería, quería con una intensidad inimaginable, sentirse así de libre.
Se quedó pensando mientras miraba a los caracoles… pensó un rato… necesitaba buscar una manera de lograrlo.
-¡Ya lo se! Tengo una solución.
Tomó la pequeña tapa que se desprendía de la lata donde se había escondido y la llevó dentro de su boca al lugar donde se arrumaban las maderas del árbol. Estuvo varias horas cortando pequeños trozos de las ramas y sacando láminas de la corteza de los troncos caídos, todo lo hizo con la ayuda de la pequeña tapa. Los trozos y láminas de madera las acomodaba, las alineaba y entrelazaba.
Luego, con la fibra de las hojas del helecho amarró todo muy apretado y creó una casita la que se puso encima y ajustó a su cuerpo con otra de las fibras de helecho. Se aseguró que no se le cayera mientras se movía. También se aseguró que todo su cuerpo cupiera cómodo adentro. Era una hermosa casa de madera con ventanas para sacar sus antenas: -Una Baba-House-, así la llamó.
Baba-Di salió a probarla y aunque al inicio estaba un poco insegura, con el tiempo fue sintiéndose tranquila. Cuando sentía miedo se metía dentro de su casa y sacaba sus antenas por las dos pequeñas ventanas. Cuando estaba segura salía y avanzaba. Así empezó a explorar y conocer el mundo. Conoció lugares con olores nuevos; tuvo diferentes sensaciones sobre su piel, vio colores y formas que nunca pensó que existían… Experimentaba todo un mundo de múltiples e increíbles sensaciones.
Un día se encontró nuevamente con los caracoles, ellos se sorprendieron de tan magnífico invento, inclusive algunos quisieron ser babosas para poder construir su propia casa en vez de llevar siempre el mismo caparazón. -Que curioso, pensaba Baba-Di, generaciones de babosas deseando ser caracoles y hoy, todo al revés.
Los caracoles la admiraron por su creatividad y por su valentía. Escuchaban una y otra vez su aventura. Les encantaba el ingenio que tenía Baba-Di para crear cosas nuevas, así que la llamaban Baba-Diseñadora.
Un día la invitaron a pertenecer a su grupo. Ella aceptó y se volvió un importante miembro. Disfrutó mucho de la compañía de los caracoles…
… pero después de un tiempo largo se sintió vacía pues le hacía falta su familia.
Baba-Di fue de regreso a las grietas donde se ocultaban las babosas. Cuando la vieron se emocionaron mucho y todavía se emocionaron mas al ver que estaba viviendo libre y feliz. Baba-Ra, Baba-No y todas las babosas de la gran familia quedaron fascinadas cuando, una tras otra, probaron la Baba-House. Se sintieron por primera vez seguras de salir, ¡libres y vivas como nunca!
Fueron con Baba-Di cómo líder afuera en busca de diferentes materiales y cada una inventó su propia Baba-House, a su gusto y materializando su mayor deseo en su propia casa. Las que les encantaban las flores y los colores construyeron una casa jardín. Las que les encantaba el frío construyeron una casa iglú; unas querían vivir en el mar así que construyeron una casa barco, otras querían vivir aventura de guerreros y dragones y entonces construyeron casa castillo. Cada una vivió su aventura de vida y la materialización de sus sueños en su propia casa.
Y nunca, pero nunca más las babosas volvieron a ser esclavas de sus miedos.
Autora e Ilustradora: Ana María Lora
Canal de Youtube: Ana Te Acompaña en Casa (encontrarás este cuento en video)
www.ludikcenter.com
Reflexión: Vivamos libres del miedo, dejemos de ser esclavos de nuestras propias ataduras. Cómo dice Baba-Di, "mejor vivir un día libre que toda una vida en encierro".
Enseñemos a nuestros niños que aunque es normal tener miedo debemos afrontarlo buscando soluciones para liberarnos de éste. No está bien esconderse y dejar de vivir por miedo. Enseñemos a nuestros niños a afrontar el miedo, a buscar maneras de sentirse más seguros y liberarse de esta terrible atadura.