La lagartija Maruja tenía una cola larga, colorida y crespa en la punta.
Era traviesa y todo el día se colgaba, balanceaba, saltaba, trepaba y brincaba.
Un día, trepó y trepó hacia arriba. Subió y subió hasta que ¡se resbaló y calló!
“¡Crack!” Crujió su cola al golpearse con la punta de una enorme roca roja.
“¡Auch!” gimió Maruja. Cuando miró hacia su cola, no la encontró.
-¿Dónde esta mi hermosa cola?- Se preguntó preocupada.
La buscó por todas partes y muy tarde la encontró debajo de la gran roca roja.
Se la puso, pero cuando caminó un poco esta se cayó.
Buscó entonces como pegarla.
Primero tomó pegante de la corteza del Árbol de Caucho. Pegó su cola a su cuerpo, pero después de un rato, se cayó.
Luego ató su cola a su cuerpo con la telaraña de la Araña Petunia. Se cayó.
Subió a una Palma de Fique y amarró su cola con fibras de fique. No funcionó.
-Nada funciona- se sentía muy triste Maruja de haber perdido su cola. Ya no podía treparse, colgarse, balancearse, saltar ni brincar.
Se sorprendió cuando… después de unos días, vio como crecía.
-¡Crece, mi cola crece! Se sentía muy feliz.
Maruja esperó y esperó hasta que la cola alcanzó el tamaño que siempre había tenido, nuevamente larga y crespa en la punta.
No era de muchos colores, era azul. Era hermosa.
Nuevamente traviesa, la lagartija Maruja todo el día se colgaba, balanceaba, saltaba, trepaba y brincaba.
Autor e Ilustrador: Ana María Lora Torres
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