UNA VIDA PLANA GUIADA POR EL OLFATO
Esta es la historia de un topo ciego, tan ciego como todos los topos. Vivía en una cueva ubicada en un pequeño bosque lejos de la ciudad.
Todos los días se levantaba temprano y salía a recoger las frutas que se caían de los árboles lejanos. Las metía dentro de una mochila que siempre cargaba con él. Se las comía cuando llegaba a su cueva.
En la tarde iba hasta el río y tomaba un poco de agua, se bañaba.
Estando fuera de casa siempre buscaba semillas, las que elegía con su olfato, las de particular aroma las guardaba en su mochila y cuando llegaba a su hogar las ubicaba con sus otras semillas, es decir, las coleccionaba. Tenía una gran colección de diferentes semillas con todo tipo de aromas y tamaños.
Nofil, así se llamaba el topo, no veía nada y por esto todos los días hacía las mismas actividades. Siempre mantenía la misma rutina pues guiado por su olfato prefería caminar y recorrer los mismos lugares familiares.
Donde vivía y con la rutina que llevaba tenía una vida tranquila... más bien plana y sin emociones.
UN REGALO NO ESPERADO
Un extraño día llegó de la ciudad un perro cartero cargando un paquete para Nofil. “¡Hola!” Gritó mientras golpeaba con su pata la puerta de la pequeña cueva. “Buenos días ¿Es esta la cueva del señor Nofil? Tengo un paquete que viene de la ciudad para usted”.
El cartero Don Perrú entregó el paquete y antes de que Nofil preguntara sobre quién se lo enviaba, salió corriendo con su maleta de cartero colgada a su espalda.
Estaba el paquete muy bien empacado entre telas y cordones, así que Nofil se demoró un tiempo en sacarlo de tan complicada envoltura.
Cuando abrió el paquete descubrió una extraña maleta de cuero envejecido color marrón. Tenía unas correas que la sostenían para que no se abriera. Desabrochó las correas, luego abrió la maleta y descubrió una colección de objetos extraños dentro de ella, todos de diferentes colores, aunque esto de los colores aún no lo sabía. Debajo de estos objetos había un libro escrito con extraños garabatos que Nofil no pudo comprender pues no sabía lo que era la lectura.
DESCUBRIENDO LO QUE ERAN UNAS GAFAS
Se sentó en su sofá y sin afán, como acostumbraba, sacó uno a uno los diferentes objetos de la maleta mientras los olía. Olían extraño, nunca había olido algo similar. Inclusive un par de veces estornudó al ponerlos enfrente de su larga nariz. Los volvió a organizar uno a uno dentro de la maleta, excepto uno, el cual le llamó la atención por su olor particular. Nofil nunca había visto unas gafas, no sabía lo que eran ni para que servían, así que se demoró un tiempo en descubrir que si las ponía sobre la nariz y buscaba que empataran en las orejas podía ver a través de ellas.
Primero se las puso en el cuello como corbatín, pero se le cayeron. Luego se las colocó sobre la cabeza, de pulsera, trato de que fueran un cinturón…. Hasta las metió en su boca como una caja de dientes.
Al fin lo logró y se sorprendió.
EL INTENSO COLOR DE LA ALEGRIA
Cuando se puso las primeras gafas de lentes color amarillo como el oro descubrió todo lo que tenía a su alrededor. El mundo lo había conocido a través de su olfato pero por primera vez lo descubría a través de sus ojos. “¡Qué belleza! ¡Qué hermoso es el mundo! ¡Todo lo que me rodea es magnífico!” pensaba, y a su vez sentía algo nuevo, una gran Alegría, una emoción, lo que nunca había experimentado. Se dibujó una extraña mueca sobre su cara, al inicio un poco retorcida, luego fue tomando una agradable forma de sonrisa, nunca había sonreído.
Salió de su cueva y caminó sobre la hierba. Conoció las diferentes gamas de colores de este increíble tapete de verdes y amarillos. Encantado observó muy de cerca los diferentes tonos cafés de la corteza del árbol de Roble y luego se detuvo a detallar los diferentes matices de verde, amarillo y naranja en sus hojas. No sabía lo que eran los matices de colores, tampoco sabía que todo fuera tan hermoso en la naturaleza.
Todos los insectos que habitaban en el bosque eran nuevos para él, no sabía que estaba rodeado de tantos vecinos. Realmente siempre había sentido que estaba solo en aquel lugar y ahora se sentía acompañado y feliz.
Unas mariposas revoloteaban en el aire, Nofil se acercó despacio a ellas; cuando se dio cuenta que eran juguetonas se acercó mucho más quedando en medio de todo ese juego de alas delgadas. Se sonrió como nunca lo había hecho antes.
Se acercó a las flores y conoció el rocío que reposaba sobre sus pétalos en la mañana, también descubrió el color rosa intenso y aterciopelado de éstos.
Luego entró al bosque y conoció a las simpáticas abejas con sus rayas amarillas y negras, se acercó al panal donde todas volaban haciendo giros, salían y entraban del panal. De pronto una de ellas se paró sobre su nariz y al segundo se la picó. “Aiiiicch!”, gritó Nofil. Se frotó la nariz y sin dar mucha importancia a lo sucedido siguió explorando alegre.
En un claro del bosque se acostó sobre la hierva mirando el cielo, descubrió las nubes “Que extrañas cositas de algodón, parecen puestas ahí por alguien, que extrañas formas que cambian a cada momento… ¡la cara de un pato! Ahora ¡veo un dinosaurio! Ya no es dinosaurio ahora se convirtió en manzana”. Estuvo acostado descubriendo todo tipo de formas durante un gran rato. Sus pensamientos eran optimistas de agradecimiento por todo. Se sentía Alegre, lleno de energía y vigor. Nunca se había sentido así… le gustaba.
Todo el día estuvo explorando el bosque, descubriendo todo lo que se escondía en él con entusiasmo y agrado.
Conoció después de caminar y alejarse de la cueva a otros animales, otros lugares, conoció otro tipo de comida. Estaba deslumbrado y agradado por tantas maravillas.
Al borde de la noche se trató de quitar las gafas, encontró un poco de dificultad en hacerlo, parecían pegadas a su nariz. Primero forcejeó con sus patas delanteras, luego se ayudó con las otras patas haciendo una especie de contorción corporal… al fin lo logró. Parecía que estas se habían acostumbrado a su dueño. Se acostó a dormir y como siempre tuvo sueños planos.
El COLOR DE LA IMPACIENCIA
Al otro día se levantó a la hora acostumbrada y recordó la maleta de gafas. La sacó de debajo de la cama, esta vez tomó las gafas de lentes color verde intenso. Luego de ponérselas sintió algo extraño, un ímpetu interior que le generaba ganas de descubrir con intensidad. “¡Cuántas ganas tengo ahora de salir al encuentro con el mundo!”, "Quiero conocer todo", "Necesito saberlo todo". Miró dentro de la casa y pensó: “Quiero terminar ya mi colección de semillas”; “¡Quiero cambiar ya de cueva!”, sintió el deseo de hacer, descubrir y tener. Salió al bosque con un gran impulso y se encontró con el gran árbol de Roble “Quisiera ver en el cambio de estación como las hojas se caen y salen unas nuevas, espero que se caigan ya”. Sentía deseo con un toque de impaciencia. “Deseo que inicie ya el otoño”. “¿Cómo es que no he conocido ningún nuevo animal?, ¡Deseo ya tener compañía!”.
En la corteza del Roble encontró una oruga caminando despacio y pensó “Las orugas comen y comen…". Tomó la oruga que se encontraba en la corteza y la puso sobre una hoja, le pidió que comiera más rápido; para ayudarle recogió algunas hojas que encontró y las puso una sobre la otra enfrente a la oruga. Le dijo “Debes comer rápido, debes comerte todo esto hoy mismo así pronto podré verte convertida en mariposa”. La oruga muy callada y un poco atemorizada de este animal que la presionaba, lo miró con sus grandes ojos, no dijo nada.
Todo el día estuvo deambulando por el bosque, impaciente, queriendo ver nuevas cosas, deseando nuevas experiencias. En la noche, nuevamente antes de acostarse, sintió que las gafas se habían aferrado a sus ojos y con gran dificultad consiguió quitarlas. Unos movimientos extraños hasta que finalmente logró quitárselas. Está vez fue mucho más difícil que las gafas del día anterior. Las colocó junto con las otras gafas dentro de la maleta y esta la ubicó debajo de la cama. Se sintió tranquilo y el sentimiento de deseo e impaciencia desapareció. Se acostó en su cama donde nuevamente durmió.
EL OSCURO COLOR DE LA TRISTEZA
A la mañana siguiente nuevamente después de despertar buscó la maleta y la abrió encontrando las gafas de lentes oscuros, grises como el humo. Cuando se las puso se sintió muy desanimado, Triste. Le pareció un poco curioso encontrar que todo en su casa se veía feo, viejo y acabado. El sofá que era rojo intenso se veía de un rojo marrón descolorido. La mesa de madera de pino, que siempre brillaba y tenía betas amarillas como el oro, se veía de amarillo quemado y opaco, las betas mas bien parecían grietas. También descubrió que en su casa estaban todos los objetos deteriorados: la lámpara, el cuadro de la familia, inclusive su colección de semillas. Pero no tuvo ganas de arreglar la colección ni nada a su alrededor. Brotó con fuerza un sentimiento de aburrimiento.
Salió de su cueva, aunque no sintió el deseo por descubrir del día anterior; salió por la pereza que sentía de quedarse nuevamente en “mi misma pequeña y fea cueva”, así lo pensó. Se encontró con que aquel día el sol no salía, las nubes se veían grises y sin formas graciosas, estaban descoloridas y cubrían el cielo. No hacía sol, tampoco llovía.
A la salida de su cueva vió que debajo del Roble había algunas hojas caídas y pensó que este ya estaba perdiendo sus hojas y lo imaginó desnudo “feo y solitario entre el bosque, un bosque frío y vacío, igual que yo” pensó. Caminó durante un rato sin rumbo.
Un conejo que brincaba por el prado de flores vio a Nofil y se le acercó “Hola ¿cómo te llamas?” le preguntó el conejo. “Quisieras acompañarme al bosque? Voy a buscar semillas para comer”.
Nofil miró hacia otro lado y siguió caminando un poco más rápido, lo evitó. Nuevamente el conejo dio un gran salto y se le paró enfrente volviendo a hacer la misma pregunta y nuevamente el topo lo evitó, cambiando el rumbo. Así estuvieron en un juego de movimientos en donde el conejo brincaba y Nofil lo evitaba hasta que el conejo en uno de sus saltos no se dio cuenta y se cayó en un hueco, Nofil aprovechó el accidente y dejando al conejo en el hueco se alejó sin ni siquiera importarle como estaría el conejo. No tenía ganas de hablar con nadie, no tenía ánimo de hacer nuevas amistades y mucho menos de ayudar ni auxiliar, se sentía muy diferente al día anterior.
Cuando se encontró con un capullo de oruga colgado en una hoja de un árbol del bosque exclamó con desagrado: “Las orugas se encuentran en los arrugados y deformes capullos… quietas, estáticas, más muertas que vivas”. Nofil había perdido la ilusión de ver la transformación de la oruga a la mariposa.
Llegó al río y tocó el agua con su pie y pensó “esta fría, helada. Que agua tan horrible”, no sintió ganas de introducir el cuerpo en ella, ni de bañarse. Se quedó durante un largo rato sentado al lado del río, mirándolo abrumado por su tristeza. Realmente no lo disfrutaba, sentía soledad y el agua le ayudaba a envolverse en sus propios y tristes pensamientos. “No tengo pareja, no tengo familia, todos los días son iguales, me siento aburrido”, se decía a sí mismo una y otra y otra vez, todo un huracán de negativismo.
Estuvo en el bosque todo el día. Sentía hambre, pero no tenía ganas de comer, sentía frío, pero no tenía ganas de buscar refugio… Hasta que la luna junto con todos sus ruidos nocturnos salió, cantaban las chicharras y los grillos, cantaban las ranas y sapos… Fue tanto el desespero que le generó tener que escuchar “tanto bullicio” que decidió caminar hacia la cueva. Para completar “el horrible día”, antes de entrar en la cueva y por ser de noche, no vio una gran roca que él mismo había puesto antes de salir para proteger su cueva de ladrones, así que se tropezó, cayó lejos y tan fuerte fue el golpe en la cabeza que quedó sin conocimiento acostado en el piso lejos de la cueva. Las gafas se desprendieron bruscamente de su rostro.
VIOLETA: PAZ Y TRANQUILIDAD
Al otro día Nofil se despertó con un gran dolor de cabeza del golpe de la noche, recordaba vagamente lo sucedido del día anterior. Todo era como un oscuro recuerdo. No entendía muy bien lo que había sucedido. Acostumbrado a ver con gafas y olvidando su olfato buscó rápidamente debajo de su cama la maleta y encontró las gafas; cogió las de color violeta claro.
Se sintió completamente diferente cuando se las puso, aunque estaba lloviendo se sentía a gusto con todas las cosas que lo rodeaban, inclusive el clima frío y la lluvia le hacían sentir tranquilo. La colección de semillas esta vez las veía “perfectas”, no le sobraba nada ni le hacía falta ninguna semilla para estar completa la colección. El tapete era agradable, también los asientos y las mesas. Su cueva la sentía como un agradable hogar.
Decidió quedarse en casa y disfrutar de un delicioso chocolate caliente mientras miraba como las gotas se deslizaban de manera muy simpática por los vidrios.
Hubiera querido estar así por siempre, estaba tranquilo, se sentía en Paz. Prendió la chimenea y disfrutó del calor y de los colores del fuego. Luego en la noche estuvo recostado en su gran sillón, escuchando todos los agradables sonidos de los insectos nocturnos. Se quedó dormido muy tranquilo. Mientras dormía las gafas se deslizaron sobre su cara quedando debajo del sillón. Al otro día no las encontró.
PERSECUCIÓN
Sintiendo la necesidad de encontrarse con el mundo a través de los ojos, buscó en la gran maleta otras gafas encontrando esta vez las de lentes color rojo. Se las puso y se sintió bastante diferente al día anterior. La paz cambió por un sentimiento de intranquilidad y Desconfianza.
Luego de salir a recorrer el bosque recordó que tenía una preciosa colección de semillas y sintió que los “envidiosos animales del bosque podían robarla”, así que puso la roca más grande que encontró en la puerta de la cueva.
También se devolvió a casa y escondió la maleta dentro de un hueco, el que hizo en el suelo debajo de la cama, la tapó luego con todas las ramas que pudo pues aseguraba haber visto por la ventana un animal espiando su cueva en la madrugada.
Salió al bosque y sintió que el árbol lo amenazaba, movía sus ramas de un lado hacia otro de manera violenta. Caminó por el bosque, el que ese día sí estaba soleado “un poco sospechoso” pensó.
Se encontró con que las hormigas estaban juntas, sentía paranoia, pensó “todas están hablando mal de mi” “todas reunidas cómo nunca lo hacen”.
No le gustó sentirse tan mirado así que caminó rápidamente en busca de un lugar solitario. Entonces fue cuando se encontró con un nido de pájaros, ellos estaban cantando y pensó “están buscando distraerme pues en casa alguien trata de entrar y robar mi más preciado tesoro, mis gafas”. Salió corriendo y en el camino mientras corría pensaba en la colección de gafas y se le ocurrió que los garabatos que traía el libro dentro de la maleta eran unas claves secretas relacionadas tal vez con algún complot que el bosque quería dar a conocer a todos los animales quienes estaban en su contra.
Corrió y corrió y cuando llegó quitó la roca, entró a su cueva y destapó la maleta. “Qué alivio, aún no llegan los enemigos”. Sacó el libro y sin saber qué decía lo escondió debajo de su pelo, “muy guardado para que ningún animal lo vea”.
Nuevamente escondió la maleta y fue al bosque en busca de un lector. Debía encontrar a alguien que le ayudara a leer, sentía que no podía confiar en nadie. Así que realizando preguntas confusas para los animales logró llegar donde la tortuga, la única en el bosque que leía los pictogramas.
LAS GAFAS DE SIFIL
La tortuga con mucha calma se sentó a leer el pequeño libro en voz alta:
Querido Lector, sobrino de Sifil:
“No sabes quién soy, no me conoces, pero debes saber que fui muy amigo de tu tío Sifil, quien ha fallecido. He decidido enviar esta maleta a ti, el pariente más cercano. Antes de que explores los objetos que aquí se encuentran, que por cierto se llaman gafas, necesito que sepas las conclusiones a las que he llegado después de haber realizado una detenida observación a los extraños comportamientos que tu tío vino teniendo durante meses.
Tu tío era un topo ciego y tranquilo como muchos topos lo somos. Sin embargo, su ingenio y dedicación lo llevaron a construir las gafas que contiene esta maleta. Para esto tuvo que recorrer el mundo entero en busca de extraños y poderosos elementos, los que destilaba y fundía en su laboratorio haciendo los lentes de cada una de las gafas. Cada par de lentes es muy especial pues contiene la magia y poder de algún elemento encontrado en la naturaleza. Elementos de la tierra como piedras y minerales. Elementos de las plantas como cortezas, hojas y flores.
Al principio tu tío no entendía lo que había inventado pues al ponerse las gafas no se daba cuenta de cómo su comportamiento cambiaba extraña y radicalmente. Todos los animales que lo conocían pensaban que se estaba volviendo “loco”. Un día todas las cosas, situaciones y los animales lo hacían poner de muy mal humor, nada le gustaba y prefería estar solo; luego al siguiente día podía sentirse muy alegre y entusiasmado de compartir con sus amigos y se mostraba jovial y chistoso. Podía convertirse en el ser más grosero y desagradable y al segundo en el más dulce y amoroso. Sus emociones parecían estar sobre una montaña rusa de cambios, subidas y bajadas. Tan inestable era su carácter que sin darse cuenta la gente que lo quería se fue alejando poco a poco pues no se sentía cómoda a su lado. También él los alejó a todos, hasta quedarse muy solo. Yo en cambio no tuve inconveniente con permanecer a su lado, pues me fascinaban los secretos que su ciencia escondía. Sabía que había algo detrás de todo ese misterioso cambio de comportamientos.
Día a día y fascinado por sus descubrimientos Sifil no dejaba de ponerse y quitarse las gafas mientras registraba en este libro los diferentes elementos, sus combinaciones y el poder sobre lo que observaba. Se las ponía diariamente y experimentaba la increíble gama de matices con la que se podía pintar el mundo de emociones.
Las gafas tienen una influencia tan fuerte sobre quién las usa que se van arraigando, y entre más las usas más se arraigan.
Luego de un largo día a tu tío le era difícil quitárselas, especialmente cuando era un sentimiento negativo como el de la tristeza, melancolía, rabia, miedo, paranoia. Un día, al ponerse las más oscuras se dejó envolver de tan poderoso sentimiento de tristeza que ya ni él ni nadie pudo quitárselas. Sifil murió con una de las gafas oscuras de la colección.
Si tu quieres y aceptas esta responsabilidad, la colección es tuya. Debes usarla con precaución, con cuidado de que no caigan en manos de ningún animal necio o con ánimo de hacer daño a nadie. Especialmente te recomiendo que cuando tomes alguna de las gafas y te las pongas nunca olvides que el mundo no tiene color alguno, tu se lo pones o se lo quitas depende de las gafas que elijas. Ninguna situación, objeto, persona o experiencia es buena ni mala, linda ni fea, el sentimiento depende de las gafas que elijas ponerte para mirar. Tú eliges el color o los colores con los que miras el mundo.
Reflexión y Ejercicios
1. Escribe en una hoja las emociones que te acompañan en el día a día. Intenta explorar un poco cada emoción, es decir, pregúntate ¿Qué es exactamente lo que siento cuándo siento esta emoción? ¿En que parte de mi cuerpo siento esta emoción y de que manera se manifiesta? ¿En qué momentos me siento así?
2. Si a cada una de estas emociones les inventara Sifil unas poderosas gafas, ¿de qué color serían? Al lado de cada emoción dibuja las gafas.
3. Recuerda una situación que hayas vivido, algo que te haya pasado y te haya generado una emoción clara. El ejercicio será el siguiente: Vas a escribir solo la situación sin ninguna emoción en un globo grande. Luego escribirás en otro globo al lado de este lo que sentiste y qué pensaste en ese momento, este le darás el color correspondiente a las gafas que te pusiste. Luego vas a tomar otra emoción, es decir, te pondrás otras gafas, e intentarás cambiar la manera de sentir y pensar sobre esa misma situación. Y así lo harás con varias gafas. Te daré un ejemplo: Situación: “Mi hermano me regaló unas medias verdes de navidad”. Gafas de Alegría: “Me sentí súper alegre pues seguro el mismo las buscó y me las empacó”. Gafas de Tristeza: “Mi hermano me regaló unas medias, es la primera vez que me regala algo, creo que no me quiere lo suficiente”. Gafas de Desconfianza: “Mi hermano me regaló unas medias pero no creo que las haya comprado, creo que mis papás le dieron el dinero y ese dinero no me lo dieron a mi”. Gafas de Ira: “Me empaque tan horrible, que medias tan feas, se las devolveré”.
4. Vas a pensar en una situación que recuerdes como negativa y harás el mismo ejercicio. Ubicarás la situación en un globo y luego le escribirás un globo cercano con la emoción y lo que pensaste. El ejercicio consiste en que buscarás ponerte otras gafas, unas de emoción positiva, y escribirás varios globos con estas gafas. Gafas de Alegría, Gafas de Gratitud, Gafas de Amabilidad, Gafas de Tranquilidad, Gafas de Seguridad.
Ana María Lora Torres
Psicóloga Infantil