Poly estaba feliz con su conejito nuevo, muy emocionada por compartir muchos momentos especiales con Bigotes, así le llamó cuando lo sacó de la cajita y sus bigotes le hicieron cosquillas en la mejilla.
Llevó a Bigotes a su cuarto. Buscó el vestido más bonito entre el armario de ropa de muñecas y se lo puso a su conejito. Un vestido rosado con bolsillos azules que le había regalado su tía Ana en navidad.
Cogió a su conejito y lo acostó en la cuna de su bebé, le puso una cobija encima de rayitas y una pequeña almohada. Trató de poner un chupo en su boca. Luego lo meció.
Después de un rato lo sacó de la cuna y le tomó las dos orejas poniéndoles una moña de bolitas verdes peludas. Sus dos orejas quedaron atadas arriba de su cabeza.
En su tocador de niña tenía algunos maquillajes y esmaltes de escarcha, así que para que se viera más bonito le puso esmalte rosado y luego le pintó los bigotes con la sombra verde de la cajita de sombras que le regalaron en su cumpleaños.
Jugó todo el día con su conejito Bigotes. En la noche le quitó el vestido, la moña del pelo, le desmaquilló las uñas y los bigotes. De comida le dio galletas con leche.
Al otro día Poly estaba muy emocionada de jugar con Bigotes, pero por mucho que trató de cogerlo el conejito no se dejó. Corrió detrás de un gran mueble y se escondió, luego se escondió debajo de las sillas del comedor; corrió y se escondió debajo de la cama, detrás de las escobas y los traperos. Poly se sintió muy triste pues pensaba que eran amigos y el conejito se mostraba asustado.
El abuelo Beto encontró a Poly triste y con cariño le explicó. “Aunque todo lo hiciste con cariño a los conejos no les gustan los juegos de niñas. No les gusta el maquillaje, ni que los vistan, tampoco que les toquen las orejas. No les gustan las galletas ni la leche”. “A los conejos les gusta esconderse en cuevas, les encanta comer hojas verdes y que les dejen correr”. Poly escucho las palabras de su abuelo con mucha atención. “Quiero que mi conejo Bigotes no me tenga miedo, quiero que quiera estar conmigo”.
Los siguientes días se esmeró por darle a Bigotes lechugas frescas y pasto. Siempre tenerle agua fresca y fría en su plato. También le dejaba correr por el jardín e inclusive le hizo una cueva en el jardín con una caja al revés a la que cortó un hueco en la entrada.
Después de unos días Bigotes se veía feliz, ya no se escondía cuando veía a Poly. Poco a poco se fue acercando a ella y se dejó consentir.
Poly aprendió que a los animales se les debe consentir conociendo y atendiendo sus necesidades.
Ilustrador y Autor: Ana María Lora Torres
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Reflexión: Tener una mascota implica una importante responsabilidad, es un ser vivo y se le debe cuidar con respecto y comprendiendo cuáles son sus necesidades. A través del cuidado de una mascota un niño puede aprender y crecer en: 1. Responsabilidad: cuidándola y brindándole lo que necesita 2. Autonomía: empoderandose de su rol de cuidador, logrando cuidarla por sí solo 3. Seguridad: Sintiendo que es capaz de cuidar un ser vivo. Sintiéndose necesario para otro 4. Sentir la capacidad de dar y de amar: creando un vínculo con su mascota al jugarle, consentirla, dedicarle tiempo y atendiendo sus necesidades 5. Altruismo: entender cómo salirse de su egocentrismo y penar, cuidar y amar a otro.