Cuando estaba bravo, muy bravo, me transformaba en un león, me salían colmillos y melena. Gritaba, gruñía, mordía, rasguñaba y peleaba.
Cuando estaba muy emocionado, me exaltaba, no me podía quedar quieto y me transformaba en un mico. Empezaba a brincar y a saltar cómo los micos de rama en rama, saltaba de silla en silla. Me salía una cola larga con la que me colgaba de todo lo que encontraba y me balanceaba. Me subía, también me bajaba y gritaba sin parar.
Cuando me sentía vulnerable, amenazado e inseguro, me transformaba en un escorpión. Me salían tenazas y una cola con un aguijón. Me defendía con agresividad y me quería vengar. Con mi aguijón largo y venenoso picaba, hería y hacía mucho daño con groserías, palabras feas e insultos. También usaba mis tenazas para atacar.
Cuando estaba muy alegre me exaltaba y me transformaba en una hiena, me reía y me reía y no dejaba de reírme. Me reía tanto y tan duro que perdía el control y lloraba.
Muchas de estas transformaciones me hacían meter en problemas; hacía daño y lastimaba a mis amigos y familiares. A veces fastidiaba a las personas con las que estaba y luego me sentía triste. En otras ocasiones rompía y dañaba cosas de mi entorno y luego estaba castigado. Me empecé a sentir solo. Me sentí rechazado y no querido. Sentí que no tenía el control de mis emociones. Ya no me gustaba ser yo.
Así que decidí un día buscar una solución y me fui de explorador…
En mi camino me encontré con unas vacas, me llamó la atención verlas siempre tan tranquilas.
Las miré más cerca y descubrí que permanecen muy quietas y siempre atentas de lo que sucede en su entorno. Abren sus ojos grandes y observan, mueven sus orejas escuchando con atención lo que sucede a su alrededor. Permanecen quietas mientras observan y escuchan. Pensé: “Quieto, atento y observador como la vaca”.
También me gustó que mastican y mastican la misma comida antes de tragarla. Pensé que así debería hacer con mis emociones antes de actuar. Me enteré que esto que hacen las vacas se llama rumiar. Añadí a mis notas: “Rumiando como la vaca”.
Me emocioné con estas primeras reflexiones, así que continúe mirando.
La vaca siempre respira al mismo ritmo, siempre el aire ingresa a su cuerpo y su estómago se infla lentamente, luego igualmente lo suelta lentamente. Siempre el mismo ritmo en la respiración. Tienen una respiración profunda y rítmica. “¡Entendí!” “Por eso logran estar tan tranquilas”. Saqué nuevamente mi pequeña libreta y escribí junto con mis grandes hallazgos: “Respirando como la vaca”.
Después de mi exploración entendí que no podía ser más león, ni mico, ni hiena, ni escorpión…con una gran emoción debía aprender todo de la vaca.
Ahora…
Cuando estoy furioso, y el león va a salir… “Respiro como la vaca”. “Rumeo mis emociones como la vaca”.
Cuando estoy emocionado, eufórico y el mico va a salir…”Respiro como la vaca, estoy atento al entorno como la vaca”.
Cuando tengo miedo, me siento amenazado e inseguro y el escorpión va a salir… “Tranquilo como la vaca, respiro, observo y analizo lo que me asusta como la vaca”.
Hoy me quiero, hoy me siento Tranquilo y Feliz.
Autora e Ilustradora: Ana María Lora
Psicóloga-Ludikcenter
Si quieres ver este cuento en video te lo recomiendo en el Canal de Youtube: Ana te acompaña en casa-Tranquilo como la vaca
Reflexión: Los sentimientos son naturales en el ser humano, debemos enseñar a los niños que sentir miedo, tristeza, rabia, alegría es normal. Pero para no hacer daño debemos enseñarles a gestionar adecuadamente sus emociones. Podemos entonces enseñar habilidades como las de respirar para tranquilizarse. Observar y atender al entorno para comprender. Masticar las emociones antes de actuar.